Intentar mostrar al lector de este blog toda la producción literaria de Felipe Trigo era una tarea bastante ardua. Razón de más para escoger Jarrapellejos como recopilación del ideario y de la crítica del extremeño a la moral y la sociedad de su época. Escrita en 1914, Jarrapellejos no solo es la obra más conocida de Trigo, sino también la única que cuenta con una versión cinematográfica (¡y con Goya al mejor guión adaptado!). Dirigida en 1988 por Antonio Giménez Rico, contó con unos jovencísimos Lydia Boch y José Coronado, y con un ya especialista en el arte de la actuación: Antonio Ferrandis (nuestro queridísimo Chanquete) en el papel de Pedro Luis Jarrapellejos.
La novela aborda varias historias que se entrelazan alrededor de este personaje, Pedro Luis Jarrapellejos, dueño y señor del extremeño pueblo de La Joya, donde transcurre la acción. Jarrapellejos presenta una visión de la burguesía de principios del siglo xx, en contraposición con el campesinado y, como no podía ser menos, su atención recae, sobre todo, en la mujer, condenada a vivir en una sociedad marcada por los abusos y la inmoralidad de los caciques.
También encontramos una dura crítica al abuso sexual que sufre la mujer mediante la ius primae noctis (derecho de pernada), ritual simbólico de sumisión vigente todavía a comienzos del siglo xx en las zonas rurales del suroeste de España. Este derecho de origen medieval otorgaba a los señores feudales la potestad de mantener relaciones sexuales con cualquier doncella de su feudo que fuera a contraer matrimonio con uno de sus siervos. El poder que el cacique Pedro Luis Jarrapellejos ejerce sobre la comunidad de La Joya le permite abusar impunemente de la mujer virgen que él desee a cambio de limosna.
De esta forma, la mujer de Jarrapellejos responde a dos modelos de conducta opuestos: bien como símbolo de la hipocresía moral de la época encarnado por las «señoras» burguesas, bien como víctima de la violencia y la prostitución de la que no pueden huir las «humildes».
En Jarrapellejos el análisis de la pareja se diluye en un marco mucho más amplio en el que los conflictos afectivos de los personajes sirven para hacer una radiografía de la vida social, en este caso en el ámbito rural, controlado por el poder ilimitado de los caciques, cuyo único objetivo es establecer un orden y una moral que sirva para su beneficio propio.
Por otro lado, el prólogo de Jarrapellejos es un texto a modo de carta abierta dirigida a Melquíades Álvarez —fundador del Partido Reformista, con quien compartía opinión política— y al lector. En ella, Felipe Trigo nos hace partícipes de su conciencia social y de la impotencia que siente al no poder hacer nada más que escribir y esperar a ser entendido: «Yo por España di mi sangre un día y por España suelo llorar cuando escribo».