erotismo. 1. Amor sensual. 2. Carácter de lo que excita el amor sensual. 3. Exaltación del amor físico en el arte.
beligerante. 1. Dicho de una nación (…): Que están en guerra. 2. Combativo.
Así define la Real Academia Española estos dos términos, y cabría preguntarse: ¿pueden el amor, la sensualidad, e incluso el arte, estar en guerra? ¿Contra quién? ¿Resulta paradójico o podemos pensar en un «amor guerrero» o en una «sensualidad combatiente»? Más aun: ¿os imagináis estas ideas hace más de 100 años, en la España de principios del siglo XX, o en la de pleno siglo XXI?
¿Qué pensaríais si os dijéramos que existió (o existe) un tiempo y un lugar en el cual hubo (o hay) «mujeres sometidas a normas ridículas que les impiden actuar con la espontaneidad de la que sí gozarían si fueran hombres»; o «mujeres sometidas a la violencia física y verbal de una sociedad que las condena y juzga»; o «mujeres, en definitiva, anuladas y privadas de voz en un entorno que habla por ellas y niega sus deseos más elementales»? ¿Os resulta ajeno o común? Pues, enteraos: esta fue la España de principios del 1900; y, tristemente, muchas veces, la de principios de los años 2000. Felipe Trigo nos confronta con ella para desvelar las carencias de una sociedad que castigaba (y sigue haciéndolo) «la naturaleza desde la moral, y el sexo desde la hipocresía».
Así retrata Fernando J. López prologuista de El odio es amor inverso, los relatos de Felipe Trigo, bautizándolos bajo el aforismo de «Erotismo beligerante» porque, para López, «cada relato es un dardo cargado de veneno contra un sistema social e ideológico sostenido sobre los conceptos de la culpa y el pecado». Así, El odio es amor inverso no pudo tener mejor preámbulo de la pluma de un joven autor que comparte con Trigo tres elementos fundamentales (como los ejes de esta antología): la pasión por regalarnos (buenos) relatos, la beligerancia y la visión crítica contra el mundo y el momento en que viven, y la sensibilidad hacia temas que reivindican la igualdad y las libertades bajo las absurdas (y aún vigentes) etiquetas de los géneros.
Os proponemos, entonces, que os dejéis seducir por esa beligerante prosa de Fernando J. López, y que aceptéis el billete que él os ofrece para subiros al tranvía de El odio es amor inverso, donde (re)conoceréis a Trigo, más que como un «escritor erótico», como «un agudo analista de la estrechez mental de un país en un tiempo que, por desgracia, no siempre está tan lejos del nuestro como nos gustaría».

Fernando J. López (Twitter: @Nando_J; Instagram: @nandojlopez. Foto de Javier Naval)